Ahí estaba Fabio, a las 7:30 de la noche, cansado después de haber laborado ocho horas en una jornada que le pareció extenuante en la fábrica textil. Era viernes y se encontraba haciendo fila en un sitio de comidas rápidas para comprar lo que sería su cena ideal de fin de semana: una piza grande, un kilo de alitas de pollo frito acompañados de papas a la francesa, una hamburguesa para saciar la fatiga luego de que viera la tele hasta altas horas de la madrugada en compañía de su perro Zeus, un pan de jamón y queso que supuestamente era para el desayuno del día siguiente y una gaseosa tamaño familiar, aunque ella estaba soltero y sin compromiso. A las tres de la mañana lo único que le quedaba era un poco de la gaseosa y el arrepentimiento que lo mortificaba y no la dejaba conciliar el sueño, mucho menos cuando le había prometido a su madre que iba a bajar de peso para evitar que le ocurriera lo mismo que a su padre, quien había muerto un año atrás como consecuencia de la obesidad.

¿Cuántas personas nos identificamos con la historia de Fabio? Comemos sin control ya sea por tratar de calmar un hambre insaciable, por ansiedad, para olvidar las situaciones difíciles que vivimos a diario, por el estilo de vida que llevamos o por una condición médica que nos obliga a hacerlo. Por los motivos que sea, siempre hay un buen número de individuos en todo el mundo que constantemente estamos luchando con la necesidad de controlar el peso corporal sin éxito, pues, aunque en muchas ocasiones nos disponemos mentalmente a cambiar los malos hábitos alimenticios iniciando con dietas bajas en grasas y carbohidratos, terminamos rindiéndonos a mitad de camino y sucumbiendo al placer momentáneo que nos produce la comida.

La obesidad

La organización Mundial de la Salud (OMS) define la obesidad y el sobrepeso como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud. Según esta organización en 2016, el 39% de los adultos de 18 o más años (un 39% de los hombres y un 40% de las mujeres) tenían sobrepeso. En general, en 2016 alrededor del 13% de la población adulta mundial (un 11% de los hombres y un 15% de las mujeres) eran obesos. Las cifras anteriores son preocupantes, porque hay una tendencia mayor de las mujeres a sufrir de obesidad en comparación con los hombres. La obesidad afecta de manera negativa la calidad de vida de familias enteras, esto conllevan a un estigma o rechazo social que puede contribuir a índices más altos de ansiedad, depresión y baja autoestima. El comer excesivamente y la inhabilidad crónica para controlar cuánto se come, da lugar a la obesidad y causa sufrimiento.

Los factores de riesgo que influyen en los problemas de obesidad son:

 1) Comida: en la última década el comer fuera de casa se ha hecho cada vez más habitual y rutinario. A su vez las personas consumen más frecuentemente alimentos de preparación rápida que son más económicos pero altos en calorías y grasa. Muchas mujeres ya no disponen del tiempo (sea por las ocupaciones o por falta de motivación) para preparar alimentos sanos y compartirlos en familia.

2) Vida sedentaria: la disponibilidad extensa de los juegos de televisión, computadora y video-juegos se ha asociado a una actividad sedentaria creciente y el ejercicio ha disminuido. Esto contribuye con la problemática de una población que cada día está menos activa y más obesa.

3) Genética: el predominio de obesidad en la familia sugiere una predisposición genética a ser gordo. Los niños obesos tienen generalmente antecedentes familiares de obesidad, especialmente de su madre.

4) Enfermedades físicas: si la obesidad comienza en la niñez, tiene muchas consecuencias físicas y psicológicas, en niños y adolescentes. Es decir, un niño que generalmente come alimentos ricos en calorías y grasas, es más propenso a sufrir enfermedades como diabetes, presión arterial alta y colesterol, entre otras en la adolescencia. Por el contrario, un niño que se alimenta de manera balanceada puede evitar sufrir de estas afecciones a temprana edad.

5) Enfermedades psiquiátricas: el impacto social y psicológico de obesidad puede ser significativo y esto causa sufrimiento. En las últimas décadas es evidente el creciente deseo de mujeres que quieren parecer siempre jóvenes y esveltas, por eso cuando una persona tiene sobrepeso pareciera que no encajara en el canon social por lo que en algunas ocasiones sufre burlas y rechazo, llevándolas al aislamiento y a sufrir las consecuencias de este.

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El papel de la familia en el problema de la obesidad.
 

La familia es la principal influencia en la formación de costumbres saludables en sus hijos y en especial la madre como primera cuidadora, proporcionando a los niños la estructura básica de relación con la comida, debido a que es la encargada de ofrecer algunos alimentos y de evitar otros, distribuir las comidas durante el día y determinar las cantidades. Es así como de esta manera en el hogar se van inculcando hábitos de alimentación sana o comidas rápidas de poco valor nutricional.

Todo lo anterior, es como un espejo a la realidad que cada persona vive. A partir de aquí, debemos analizar los factores que han influido hasta el día de hoy en nuestro problema de sobrepeso, desde la niñez. Después de hacer este análisis, cada uno de nosotros es responsable de hacer el cambio que quiere en su vida si está motivado por el deseo de vivir sanamente.